Cuando El Miedo Me Venza

Caerán mil tormentas sobre nuestra casa, que aun no es nuestra, pero como si lo fuera.
Porque yo me despierto y te veo durmiendo, sereno, tranquilo, respirando profundamente y sabiendo que tú también sueñas y así vamos paliando el día a día.

Tengo miedo del miedo, pero sigo luchando para derrotarlo. A veces, está a punto de ganarme la partida, pero solo le estoy dando ventaja para coger nuevas fuerzas y atacar con más ímpetu.
Sé que cuento con tu mano aliada, tu mano amante, tu mano amiga. Y eso me hace resurgir de mis cenizas cual Ave Fénix.

Nadie nos preparo para este arduo camino. Nadie nos enseño como debíamos recorrelo.
A menudo me pregunto para que perdimos tanto tiempo estudiando tonterías.
¿De qué me sirven ahora las clases de marketing o ingles financiero?

La conclusión es que a vivir no te enseñan en ningún sitio, tras salir del útero materno y dar la primera bocanada de aire por ti mismo ya estás en el trapecio sin red y así hasta el momento de volver a dar otra bocanada de aire, pero esta vez la última y definitiva.

De nada sirven las tiritas, ni los besos en las pupas con la consabida letanía “cura sana, culito de rana...”. Las verdaderas heridas dejan cicatrices tan profundas que nunca llegan a cerrase por completo.

Pero aquí estamos, viviendo, soñando. Soñando, viviendo. Y si alguien sabe otra manera mejor de andar el camino que nos de la receta.

No sé si caerán al final los gruesos muros que hacen que estemos tan lejos los unos de los otros. Ni tampoco si volverán los tiempos en que se respire verde en lugar de tanta mierda.
Solo te pido que cuando el miedo haya hecho mella en mí, cuando el miedo me venza, no me despiertes. Déjame seguir soñando.